El crecimiento conlleva dolor.
Dolor por dejar atrás una manera de ser, de pensar, de sentir.
O tal vez una relación, una etapa vital, un trabajo, una ilusión…
El grado de dolor que experimentemos está relacionado
con el grado de relación, apego e identificación con
la situación,
la relación,
el trabajo,
persona,
animal de compañía,
proyecto sentido (matrimonio, empresa…)
El dolor nos invita
a observar lo perdido,
a sentir,
a expresar,
a salir de nuestra zona de confort,
a ponernos en marcha,
a movilizarnos,
a interrogarnos,
a crecer.
Abre una puerta
hacia lo nuevo,
hacia lo desconocido.
Y como nos asusta lo nuevo,
tanto que a veces preferimos lo raído y viejo,
aunque ello nos cause más problemas que beneficios.
Muchas veces necesitamos ese empuje doloroso para realizar cambios.
Las crisis y las pérdidas,
son épocas tremendamente
creativas y fértiles.
Paradójicamente allí donde ha habido una muerte,
emergen espacios para nuevas ideas, proyectos…
Al integrar aquello que ya fue,
llorando y expresando, creando…
Vamos tejiendo puentes
que conectan
lo viejo a lo nuevo,
y viceversa.
El dolor que forma parte de la vida,
al madurar vamos aprendiendo a dialogar y a caminar junto él.
Sin evitarlo o esconderlo.
En mi acompañamiento psicoterapéutico,
creamos un espacio-nido
de interrogación, de expresión, de diálogo, de creatividad.
Que nos conectan
con nuestro corazón.
Y abren nuestra mente.
Actualmente ofrezco sesiones de psicoterapia individual online. Si quieres más información sobre las sesiones individuales aquí. Si quieres más información sobre precios y reservas aquí. Si quieres ver testimonios de personas que he acompañado aquí.